Yo no sé que será, estos ciclos que se repiten, esa sensación de estar encerrada en un círculo, en la vida, y no poder cruzar. Asomarse apenas al otro lado, encontrar a veces, ahí donde no se repite, un pedacito de lo otro. Ir guardando cosas, no sé dónde, ahí a dentro, y te van pesando un poco, cada vez más, te cansás de todo, de nada, de estar.
Escribir siempre lo mismo, sentir lo mismo, buscar aquello que sea un puente hacia lo otro mientras se vive igual que siempre. Cruzar, casi, el puente, en cada hoja de árbol a contraluz, en la tinta del lápiz, en el gusano que se llevó el pájaro, en los surcos de la piel.
Andar con los ojos cansados y las manos extrañas, ideas en la cabeza y sin palabras para decir. No hablo, no escribo, no en realidad, intento, pero yo no sé hacer esas cosas, decir cómo estoy, qué pasa aquí dentro, es mejor así.
Me aburro de la gente, de la ciudad, de no estar en otro lado, no sé qué hacer, la enfermedad moderna me atrapa de vez en cuando pero sé que en este momento no está, si estuviese no escribiría.
Se acaba todo y no alcanzo a nada, se me acabó un día y no alcancé a terminar, se me acaban las palabras, me acabo yo.
Quiero salir de este espiral, caminar por la vereda del frente, me cansé de las repeticiones, del absurdo, no encuentro lo que busco, no ahora, ni aquí. Le escribo a mis muertos favoritos esperando encontrar en algún lado una respuesta, escondida en el libro que aún no leo, o en la película que nunca vi, dialogar con ellos de café a tumba, porque sé que ellos buscaron, todos buscan, algún día se darán cuanta y harán algo.
Tengo tantas cosas dentro,
pero no hay puente,
no hay hombre cruzando el puente,
llega a ninguna parte.
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