12.14.2010

.  sentir el ritmo, el viento. Tal vez caer. O subir. Los lentos pasos, miradas de reojo. Abajo adentro una sombra viva tiembla y brilla.Y cómo decírtelo, es casi morir un poco, una certeza de algo, una luciérnaga en la noche.
De golpe tus ojos, 
profundos 
marinos

ciegos. 


Los mueve una corriente inevitable, los llevan lejos. Y cuando sean tus ojos los que tienen la certeza no tendremos qué decir.


Morirse de nube, de viento, de nube en el viento y nada más.


Siempre es más, siempre hay algo más, algo que no te quiero decir, que no te diré nunca porque nunca aprendí a hablar. Porque no entendés mis palabras. Tenés una pelusa en el ojo. Una pelusa que el viento no quita. Que no me deja entrar.


El sentimiento de no estar del todo se queda, está pegado en todas partes, un olor aderido a la nariz. Entonces, tal vez este la lluvia como una salvación. Sí la lluvia. Que nos llueva luz por todos lados. Una lluvia tupida y húmeda que arruine los techos y los libros. Los atlas con todos los ríos del mundo, ríos verdes, serpenteantes, cristalinos, ríos metafísicos. Esos que nos atraviesan y nos llevan a sus profundidades. Entrar al río como mi mano en tu pelo. 


Ahogarme en el río para llegar a lo otro. Para que ninguna pelusa no me deje entrar. Porque ya no querré entrar, no estarán tus ojos ni los ríos ni la lluvia. Donde sólo lluvia y árboles y cielos limpios y nada de pelusas rojasazulesblancas por la ventana. 
Y ojalá lleguen las mariposas amarillas.

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