De golpe recordar aquel patio, el viejo árbol y los incontables tréboles; el día ya casi arrojándose al mar.
La absurda esperanza, las nebulosas imprecisas; la hora de las nostalgias, cuando uno se deja corromper por esas ausencias que llamamos recuerdos y hay que remendar con palabras y con imágenes tanto hueco insaciable.
Y la tierra se abre, los colores se derraman, el tiempo se deshoja.
Todo se cubre con miles de sucias mariposas de papel.
Y te das cuenta de que siempre estuvo ahí.
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